Unatra más. Tierra de Barrenaus fa a debantadera d'una nueva sección. Se diz "En leyendo..." y bi pencharé trozos de libros, articlos u lo que m'agane por diferents motivos. Talment por o suyo conteniu, a calidat literaria, l'orichinalidat, a umor u lo que sía. Por agora y como primer troz, prencipio con "Una testimonianza" de Antonio Tabucchi, traduciu en castellan como "Sostiene Pereira". O libro ye ambientau en 1938 en Portugal. Iste troz charra sobre o compromís político-social y a cultura. Tema siempre intresant y que en zagueras se'n ha charrau muito en ista tierreta de barrenadas. Me parixió muito bueno, igual como me'n ye parixendo o libro.
Amprau de Sostiene Pereira. Antonio Tabucchi. Edición en castellano de 1997. RBA Proyectos editoriales, Barcelona:
Pereira se dirigió a su mesa y se sentó frente a su compañero. Silva le preguntó si quería un vaso de vino blanco y él negó con la cabeza. Llamó al camarero y pidió una limonada. El vino no me sienta bien, explicó, me lo ha dicho el cardiólogo. Silva pidió una trucha con almendras y Pereira un filete de carne a la Strogonoff, con un huevo escalfado encima. Empezaron a comer en silencio, luego al cabo de un rato, Pereira preguntó a silva qué pensaba de todo esto. ¿Qué es todo esto?, preguntó Silva. Pues todos esto, dijo Pereira, lo que está sucediendo en Europa. Oh, no te preocupes, replicó Silva, aquí no estamos en Europa, estamos en Portugal. Pereira sostiene que insistió: Sí, añadió, pero tú lees los periódicos y escuchas la radio, sabes bien lo que está pasando en Alemania y en Italia, son unos fanáticos, quieren ahogar el mundo a sangre y fuego. No te preocupes, respondió Silva, están lejos. De acuerdo, continuó Pereira, pero España no está tan lejos, está a dos pasos, y tú ya sabes lo que está pasando en España, es una carnicería, y sin embargo había un gobierno constitucional, todo por culpa de un general mojigato. España también está lejos, dijo Silva, aquí estamos en Portugal. Será así, dijo Pereira, pero aquí tampoco van bien las cosas, la policía campa por sus respetos, mata a la gente, hay registros, censuras, éste es un estado autoritario, la gente no cuenta para nada, la opinión pública no cuenta para nada. Silva le miró y dejó el tenedor. Escúchame con atención, Pereira, dijo Silva, ¿tú crees aún en la opinión pública?, pues bien, la opinión pública es un truco que han inventado los anglosajones, los ingleses y los americanos, son ellos los que nos están llenando de mierda, perdona la expresión, con esa idea de la opinión pública, nosotros no hemos tenido nunca su sistema político, no tenemos sus tradiciones, no sabemos qué son los trade unions, nosotros somos gente del sur, Pereira, y obedecemos a quien grita más, a quién manda. Nosotros no somos gente del Sur, objetó Pereira, tenemos sangre celta. Pero vivimos en el Sur, dijo Silva, el clima no favorece nuestras ideas políticas, laissez faire, laissez passer, es así como estamos hechos, y además escucha, te voy a decir una cosa, yo enseño literatura y de literatura entiendo bastante, estoy haciendo una edición crítica de nuestros trovadores, las canciones de amigo, no sé si te acuerdas cuando la universidad, pues bien, los jóvenes partían para la guerra y las mujeres se quedaban en casa llorando, y los trovadores recogían sus lamentos, mandaba el rey, ¿comprendes?, mandaba el jefe, y nosotros siempre hemos tenido necesidad de un jefe, todavía hoy necesitamos un jefe. Pero yo soy periodista, replicó Pereira. ¿Y qué?, dijo Silva. Que tengo que ser libre, dijo Pereira, e informar a la gente de manera correcta. No consigo ver el nexo, dijo Silva, tú no escribes artículos de política, te encargas de la página cultural. Pereira dejó a su vez el tenedor y colocó los dedos sobre la mesa. Eres tú quien tiene que escucharme con atención, replicó, imagínate que mañana muere Marinetti, sabes a quién me refiero, ¿no?. Vagamente, dijo Silva. Pues bien, dijo Pereira, Marinetti es una alimaña, empezó cantando a la guerra, ha hecho apología de las carnicerías, es un terrorista, ha festejado la marcha sobre Roma, Marinetti es una alimaña y es necesario que yo lo diga. Vete a Inglaterra, dijo Silva, allá podrás decirlo cuantas veces quieras, tendrás un montón de lectores. Pereira se terminó el último bocado de su filete. Me voy a la cama, dijo. Inglaterra está demasiado lejos. ¿No tomas postre?, dijo Silva, a mi me apetece un trozo de tarta. Los dulces me sientan mal, dijo Pereira, me lo ha dicho el cardiólogo, y además estoy cansado del viaje, gracias por haber ido a recogerme a la estación, buenas noches y hasta mañana.
Pereira se levantó y se marchó sin decir una palabra más. Se sentía muy cansado, sostiene.