El hombre se transformó en leyenda. A su muerte, la vida que antes calificaban de ordinaria pasó a ser una aventura repleta de acontecimientos épicos. Sus escritos, carentes de éxito tanto a nivel comercial como social, encontraron hueco en las revistas y publicaciones que tantas veces le habían rechazado. Por toda la ciudad, se presumía de cualquier contacto, por casual que hubiese sido, con su persona. Los camareros contaban las copas que le habían servido. Los bibliotecarios, los libros que le habían prestado. Incluso sus enemigos se jactaban de habérsele opuesto, elogiando su figura humana para atacar después sus ideas como siempre habían hecho.
Su hija, que hasta entonces había combinado varios microtrabajos y sufrido jornadas tan largas como absurdamente distribuidas, pasó a administrar una fortuna de derechos de autor, entrevistas en exclusiva y costosos regalos de empresarios que buscaban su favor. Se mudó al barrio bueno de su ciudad. Cambió colarse en el metro por dejar propina en los taxis. El bocadillo de supermercado comido en un banco por los platos de nouvelle cuisine de los restaurantes de moda.
De plató en plató, fue contando cómo su padre había escrito tal o cual libro. Los viajes que habían realizado juntos, adornados por pequeños detalles familiares, enternecían al gran público que buscaba conexiones que uniesen su aburrida vida de calientasofás con la de aquel mito cultural. Las lágrimas solían hacer acto de presencia cuando denunciaba la soledad y falta de reconocimiento que había sufrido en vida. El presentador de turno le acercaba el pañuelo con la lentitud precisa para que la cámara retratase bien el húmedo surco que llevaba del lagrimal a la barbilla. Se hacía entonces un silencio solamente roto por los lloros y la música que el técnico hacía sonar para conmover al espectador. Una vez conseguido el efecto deseado, el ritmo de la entrevista giraba completamente hacía una serie de agradecimientos a los lectores, editores y medios de comunicación que, ahora sí, habían dado a su padre la dimensión que merecía.
Visto con el tiempo, tal vez haber contratado un gestor para su patrimonio fue su primer error. Quizás el final era irremediable, pero fue aquel el primer escándalo que le salpicó. La fundación que había creado para difundir su obra y su nombre estaba implicada en un caso de blanqueo de dinero. Ella se enteró bajando del avión que le traía de un viaje por las mejores playas del Pacífico. Se maldijo cada noche por no haber estado al tanto de los tejemanejes de sus contables. Por haber dejado su herencia en manos de burócratas y abogados. Muy pocos creyeron en su inocencia.
La prensa comenzó a seguir sus pasos, a buscar otros asuntos sucios que hubiese podido tener. Parejas pasadas, antiguos compañeros de trabajo, estudiantes que habían compartido aula con ella… formaron un elenco que llenaba horas de emisión con cualquier anécdota que la dejase en mal lugar.
Culpándose por lo que pasaba, se refugió en la extensa área que ocupaba su casa en la sierra. Solo un pequeño grupo de personas de confianza la visitaron en los días que precedieron al comienzo del fin del sueño que había vivido. En aquella mansión rodeada de uno de los mejores encinares de la zona, vio cómo surgió la primera mancha en el expediente de su padre. Una tontería. Una simpleza. Un ligero resbalón en la trayectoria vital de cualquier persona, devino en imperdonable error de una vida hasta entonces inmaculada.
De todo el resto de truculentas historias que fueron apareciendo desde aquel momento, su hija no tenía ni noción. Algunas tenían cierto grado de verosimilitud. Otras parecían sacadas de los programas de conspiraciones que se emitían por la radio de madrugada. En cualquier caso, el nombre de su padre fue arrastrado por el lodo en toda emisora, cadena y página web. Sus libros dejaron paso en las estanterías de las librerías a los del nuevo gurú de masas que algún ente invisible había designado. Los caros abogados que le habían salvado de la cárcel no pudieron librarle del escarnio contra ella y su ahora odiado progenitor.
La vida de su padre pasó a ser simple e incluso sucia. Su obra literaria, calificada de menor y desautorizada por la crítica. Todos los que habían tenido algún contacto con él, lo negaban completamente. Solo sus enemigos siguieron sosteniendo el vínculo que compartían, con la autoridad que les otorgaba haber visto antes que nadie el mal que parecía haber escondido. Y así, la leyenda volvió a transformarse en hombre.
Iste relato ye lo primer d'una serie de tres. La sola relación entre ells ye lo prencipio. Los dos primers son en castellano y lo tercer en aragonés. Iste primer se va publicar por primer vegada como parte d'o taller de literatura de Literautas. Puetz leyer-lo aqui.
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