Una chiqueta reflexión sobre as vacanzas, agora que s'amanan as d'a más gran parti d'a chent. D'a chent que tien treballo, ye de dar.
Amprau de Fugas. Adolfo Ayuso. 2003, Zaragoza. Zócalo Editorial.
Sus hijas jugaban en la piscina a ver quién atrapaba un colosal balón de Nivea. Eugenio fumaba una pipa que yo le había regalado tres años antes y que habría desempolvado con educación y cariño para festejar mi visita. "Las vacaciones son un estado mental, no dependen tanto de lo exótico o veraniego del lugar donde uno se encuentra, transcurren dentro de la cabeza y hacen que el tiempo discurra con lentitud a lo largo del día y que los treinta días del mes pasen fugazmente por encima del calendario. Sin lapso de tiempo te encuentras otra vez delante de la mesa de trabajo." Es cierto, una extraña paradoja, contesté, y añadí que, pensando, creía que las vacaciones en mi vida debían ser los escasos períodos en que conseguía un trabajo remunerado. "En ese estado -prosiguió Eugenio- no hay nada preconcebido, los horarios se suceden sin empujones y los problemas yacen olvidados en algún ignoto rincón del cuerpo. Esto tendría que ser enseñado en las escuelas, la mayoría de la gente se pasa todo el año soñando sus vacaciones y, cuando llegan, no las saben disfrutar. Las destrozan con las tensiones acumuladas, los bártulos que deben transportar, las biodraminas que deben administrar a los niños, las porquerías de los restaurantese, la estrechez de las pensiones. Ignoran que un miércoles cualquiera o que una semana indeterminada pueden ser un tiempo para gozar. Intentan concentrar las ganas de vivir en julio o agosto, olvidan que existen once bellísimos meses dispersos a lo largo del año."
Ana Mari trajo unos folios y nos enzarzamos a clasificar a los amigos, a las amistades, a los putrefactos, a los procuradores en Cortes y a toda la fauna artística, política y comercial de la gusanera zaragozana. En cuatro columnas:
Columna A: Los que disfrutaban en las vacaciones, pero no de los once meses de trabajo.
Columna B: Los que disfrutaban de los meses de trabajo pero no de las vacaciones.
Columna C: Los que no disfrutaban nunca, ni en vacaciones, ni en el resto del año.
Columna D: Los que disfrutábamos siempre.
La columna C estaba repleta de nombres. En la B entraban los que tenían amantes en la ciudad y tenían que sufrir las aburridas vacaciones con su pareja matrimonial. En la A, los más simples. Y en la D, nosotros y algunos amigos. Y todo ello regado con risas y maldades sin mal.
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