martes, 11 de enero de 2011

En leyendo... Identidades asesinas (II)

Asoben me trobo con o discurso xenofobo de "Vienen t'aqui y han de fer-se a os nuestros costumbres, no pas de revés". Fa poco me lo trobé en una persona que no m'asperaba que estase asinas. La consideraba más intelichent y comprensivo, más que más estando que ye un forano (catalán, en concreto) vivindo en Zaragoza. Lo primer que goso de preguntar en istas ocasions ye si quan charra d'os costumbres nuestros, charra d'os suyos u d'os mios, que no gosan estar nian parellanos. Tamién le recomendaría iste libro y iste troz que pencho contino.


Amprau de Identidades asesinas. Amin Maalouf. Edición en castellano de Alianza editorial, mayo de 2004. Pachinas 56 a 58.

Una vez más, la palabra clave es "reciprocidad": si acepto a mi país de adopción, si lo considero como mío, si estimo que en adelante forma parte de mí y yo formo parte de él, y si actúo en consecuencia, entonces tengo derecho a criticar todos sus aspectos: paralelamente, si ese país me respeta, si reconoce lo que yo le aporto, si a partir de ahora me considera, con mis singularidades, com parte de él, entonces tiene derecho a rechazar algunos aspectos de mi cultura que podrían ser incompatibles con su modo de vida o con el espíritu de sus instituciones.

El derecho a criticar al otro se gana, se merece. Si tratamos a alguien con hostilidad o desprecio, la menor observación que formulemos, esté justificada o no, le parecerá una agresión que lo empujará a resistir, a encerrarse en sí mismo, dificilmente a corregirse; y a la inversa, si le demostramos amistad, simpatía y consideración, no solamente en las apariencias sino con una actitud sincera y sentida como tal, entonces es lícito criticar en lo que estimamos criticable, y tenemos alguna posibilidad de que nos escuche.

¿Pienso acaso, al escribir estas palabras, en controversias como la que se ha producido en varios países sobre el "velo islámico"? No es lo esencial, aunque sí que estoy convencido de que los problemas de este tipo serían más fáciles de resolver si las relaciones con los emigrados se abordaran con un espíritu distinto. Cuando sienten que su lengua es despreciada, que su religión es objeto de mofa, que se minusvalora su cultura, reaccionan exhibiendo con ostentación los signos de su diferencia; cuando por el contrario se sienten respetados, cuando perciben que tienen un sitio en el país que han elegido para vivir, entonces reacciónan de otra manera.

Para ir con decisión en busca del otro, hay que tener los brazos abiertos y la cabeza alta, y la única forma de tener los brazos abiertos es llevar la cabeza alta. Si a cada paso que da una persona siente que está traicionando a los a los suyos, está renegando de sí misma, el acercamiento al otro estará viciado; si aquel cuya lengua estoy estudiando no respeta la mía, hablar su lengua deja de ser un gesto de apertura y se convierte en un acto de vasallaje y sumisión.

Volviendo brevemente a la cuestión del "velo", estoy seguro de que se trata de un comportamiento nostálgico y retrógrado. Podría extenderme mucho para explicar por qué pienso así, a la luz de mis convicciones y recordando diversos episodios de la historia del mundo árabe musulmán y de la larga lucha de sus mujeres por la emancipación. Pero sería inútil, pues no está ahí el meollo de la cuestión. No está en saber si nos enfrentamos a un conflicto entre arcaísmo y modernidad, sino en pensar por qué, en la historia de los pueblos, la modernidad se ve a veces rechazada, por qué no se percibe siempre como un avance, como una evolución positiva.

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